Existe un documental llamado «Live and Debt» que nos detalla la historia de la lucha de Jamaica contra las fuerzas de la globalización. Sin duda, este trabajo reúne un material muy valioso que muestra otra visión de lo que ha sufrido el país que dio origen a esta música rebelde, que tantos frentes abiertos tiene contra el sistema dominante.
Pero por otro lado, es una ironía que el ascenso de Bob Marley a la fama internacional, allá en la década de los 70’s, coincidiese con la batalla de Jamaica contra el FMI.
Ahora vivimos en una época donde el compromiso social no es tan cercano como lo era hace unos años. Si nos centramos en la música o en la misma política, vemos como se ha convertido en «un publicitar imágenes más que en llevar a cabo hechos». Por ello, nos gustaría analizar qué es lo que se entiende actualmente por activismo y esperamos que tras su lectura se pueda llegar a observar cual podría ser un modelo más militante, tanto para los artistas como para el resto de integrantes de este movimiento.
En esta era de noticias de 24 horas e imágenes de perfil de solidaridad, la cuestión de qué se considera como activismo es ciertamente pertinente. Con cada tragedia, las personas pueden ofrecer al instante sus simpatías a través de un Tweet o un mensaje de Facebook. En realidad, todos esos problemas omnipresentes en nuestra sociedad se mencionan demasiado brevemente en discursos de entregas de premios o se promocionan a través de consignas inteligentes en camisetas… pero poco más.
¿Cuál es el estado de la justicia social en su relación con la música hoy en día? Veamos, con tantas vías para expresar las creencias y las opiniones de cada persona, es difícil no ser víctima de la llamada slacktivism, algo así como activismo desde el sillón. Esto es un problema devastador para todos nosotros, ya que provoca que la mentira esté ganando muchas batallas y lo que debería ser un acercamiento a los problemas reales se convierta en una separación irreconciliable. En definitiva, se está dañando a las personas que sí que actúan como verdaderos activistas, es más, incluso se podría afirmar que están siendo continuamente atacados por los slacktivisms para que estos puedan seguir manteniendo sus privilegiados asentamientos y así evitar que se desmonte su hiriente farsa. Entonces, ¿qué ocurriría si desapareciesen estos verdaderos activistas?.
Una acción hablará siempre mucho más que las palabras, pero también hay que saber que porque algo sea menos eficaz tampoco quiere decir que no se deba hacer, aunque lo realmente importante es realizarse esta pregunta: ¿qué más puedo hacer? y, como no, responderla con hechos.»
Llegados a este punto, también habría que diferenciar entre un artista con conciencia social y un verdadero activista. En nuestro caso, bien sabemos que tener una plataforma pública es extremadamente valioso para luchar por una causa social, pero es igualmente importante saber cómo usarla. No es suficiente hablar en nombre de una causa, ya que en algún momento, uno tiene que dejar que la causa hable por sí misma. Digamos que mantener este equilibrio asegura que la lucha no quede eclipsada por la aparición de una estrella.
A ver, esto no quiere decir que la sensibilización no sea valiosa. En efecto, si se tiene la suerte de tener una cierta cantidad de influencia pública, podría decirse que es un deber el utilizar esa influencia para abogar a favor de aquellos que necesitan de esa ayuda real, pero ciertamente esto no es todo. Ya sea a través de una red social o un discurso público sobre una causa social, la verdad es que con la ausencia de una acción real no se consigue ningún movimiento en la dirección adecuada.
Por último, queremos recordar un texto que recogía una serie de ideas sobre «cuando los rastas eran más punks», que publicamos hace unas semanas. Sin más, esperamos que todas estas palabras os hayan servido como una «Reggae llamada» a la acción más que un ataque interno, puesto que también se pueden ver muchas respuestas demasiado agresivas a este tipo de sugerencias, siempre provocadas por incomodar a los todopoderosos egos.