Con cierta periodicidad, siempren reaparecen el mismo tipo de preguntas:
¿en qué medida la música impulsa la cultura de la violencia?, ¿el Dancehall es un mero reflejo de la cultura de la violencia en Jamaica?, …
El ecosistema jamaicano
Es una realidad que la gran mayoría de los artistas jamaicanos han crecido en unas lamentables condiciones sociales. Jamaica sufre desde hace muchos años la enfermedad de la desigualdad social y económica. Por esa razón, existe una gran parte de la población que se ve envuelta en ese mundo del crimen y la violencia. Esto es hasta tal nivel que incluso cuando algunos de esos artistas han acumulado cierta cantidad de dinero y ya son capaces de liberarse de la prisión que supone vivir en aquellos guetos, tampoco han podido escapar de esa propensión a la violencia.
Un buen ejemplo es Ninjaman, como artista de Dancehall, quien estuvo a la vanguardia de la violencia lírica, que fue particularmente más mayoritaria en las grabaciones de la isla durante la década de los 90. Los enfrentamientos con Bounty Killer, Shabba Ranks y otros artistas de la época, fueron capitaneados por letras muy violentas, tanto metafóricas como literales. No obstante, el público, en lugar de rechazar esa violencia imprudente, los alentó a seguir con esa locura.
Teniendo en cuenta este tipo de animosidad personal entre los artistas de Dancehall, respecto a exacerbar la violencia, hay muchas personas que tildan directamente estos sucesos como una época sombría en la música popular jamaicana. En relación a esa supuesta degeneración existen unas cuantas versiones. Por ejemplo, según ‘los puristas’ comenzó en los 80 y por eso afirman que el Roots Reggae de los 70 es el único sonido real, mientras que para muchos ‘otros entendidos’ no terminó de hundirse hasta los 90.
El poder de la música
Lo que si que es cierto es que estos hechos reflejan el tremendo fracaso de los músicos, promotores y los propios fans, puesto que no llegaron a comprender el daño que la música estaba causando en la vida cotidiana de los jamaicanos al olvidarse del poder de cambio social que reside en las canciones.
Sin ninguna duda, en Jamaica pueden estar orgullosos del impacto que su creatividad musical ha tenido en la escena musical internacional. Aquellos primeros días en los que los músicos jamaicanos imitaban a los norteamericanos quedaron muy atrás en el tiempo. Fue entonces cuando brotaron los diferentes géneros musicales, desde el Ska al Rocksteady, Reggae y Dancehall. Todo ello es un testimonio de la potencia de la innovación jamaicana en el ámbito de la música. Sin embargo, como la música se ha internacionalizado, algunos de los hábitos, comportamientos y formas de pensar de muchos músicos jamaicanos han tenido un impacto debilitante en toda la cultura.
Puestos a escarbar, siempre ha habido una relación fácil, incluso simpática, entre la marihuana y la música Reggae, que no quiere decir que en muchos momentos se haya convertido en un «gran obstáculo». Pero claro, la indulgencia con la cocaína y el crack en el estilo de vida de los músicos jamaicanos no se filtró al gran público hasta que la música se internacionalizó, con todas las contrariedades que hayan podido haber vivido muchos fans al conocer esta parte de la historia. A lo largo de la historia se ha podido vivir, claramente, como esas sustancias han tenido un impacto devastador en algunos de los artistas de Reggae más talentosos.
La realidad
Vaya, que no todo es tan ‘happy’ cuando conocemos estos detalles, como suele ocurrir en cualquier ámbito, pero tened siempre bien claro que «La verdad nos hará libres». Veréis, la música Reggae realizó un importante giro consciente cuando aparecieron las primeras influencias rastafaris en los 60. Debido a ello, fueron muchos los artistas que provocaron un fuerte impacto en la conciencia de los guetos. El cambio real se puede ver en el propio recorrido de los Wailers cuando grabaron Soul Rebel y Soul Revolution. En ese tiempo, Bob Marley, Peter Tosh y Bunny Wailer ya no estaban limitados a los «Simmer Down» o «I Don’t Need Your Love», y sus canciones se convirtieron en una crítica a la injusticia social de Babilonia.
Incluso cuando los Wailers se separaron, la música de Bob, Peter y Bunny promovió una importantísima corriente de conciencia. Tristemente, es una extraña coincidencia que la muerte de Marley llegara en 1981 cuando la música se centró en el sentido de enfatizar no la justicia social, sino la sexualidad, la misoginia y la violencia sin sentido.
Y para finalizar, es inevitable no citar a Mark «Buju Banton» Myrie en un artículo que trata esta serie de temas. Buju fue declarado culpable de conspiración para distribuir cocaína y fue sentenciado a 10 años en una prisión federal de los Estados Unidos. El artista será liberado en diciembre de 2018 y, ciertamente, en su persona residen muchas esperanzas de cambio, pues se espera que él desempeñe ese papel tan importante que consiga alejar esta cultura de la violencia para volver a inspirar al pueblo con un mensaje más consciente.