La portada del álbum Legalize It, de Peter Tosh en 1976, que mostraba al «Stepping Razor» fumando en un campo de Marihuana, fue toda una declaración de rebelión.
Pero ahora, gracias a los movimientos para comercializar la planta en Jamaica, el asunto se está tornando un tanto pintoresco, una especie de chiste malo para la clase social que siempre ha defendido con mas fuerza la producción de marihuana y música en este país.
La marihuana y la música jamaicana llevan muchos años siendo una combinación natural, pero además, ha sido la gente mas pobre, los que no tienen nada, quienes han forjado su existencia y prosperidad dentro de esos espacios marginales, tanto físicos como sociales.
Los desposeídos son los que han vivido una investigación informal acerca de los beneficios de la marihuana, pero por esa razón se les ha enviado a prisión siendo maltratados por el Estado. En cambio, son ellos quienes menos se beneficiarán de su explotación comercial.
Tampoco se les da más importancia a los Rastafaris, cuyo uso de la marihuana como planta santa siempre ha llamado la atención de los representantes de la ley. De hecho, les tienen en el punto de mira desde los 60´s, cuando los jamaicanos se sentían africanos aunque el gobierno intentara construir el modelo de colonialismo británico.
Estos terribles actos con porras, balas, cárcel y menosprecio han sido dirigidos a la clase socio-económica más baja del país, pero lo que hoy en día se perfila es una dominación de la industria cannábica por las personas que no han pasado por el «fuego de la ganja»… de ahí el aforismo jamaicano al que recurrió Louie Culture: “The former is fatten fowl fi mongoose”. Es decir, no hay que malgastar tiempo y dinero si es para beneficio de otros. En definitiva, los pobres han plantado literalmente las semillas de la industria del cannabis, pero probablemente la clase mas alta será la que vivirá en los palacios que estos engendraron.
Se ha hablado del alto interés del estado para que se considere el cannabis como un cultivo legal desde hace bastantes años, incluso había muchas personas influyentes que ya estaban involucradas con anterioridad. Por ejemplo, en un festival literario internacional, el difunto director jamaicano Perry Henzell («The Harder They Come Film») comentó que existían familias de clase alta en Portland dedicadas al cultivo; y en el último simposio del festival Rebel Salute, Mutabaruka dijo que hay personas que son dueños de muchas cosas, tales como aviones, y que lo han conseguido gracias al cannabis. Efectivamente, este comportamiento marca un claro contraste con la actitud que se ha tomado hacia la música popular jamaicana.
Todo esto se remonta a una cuestión de tierra en la época colonial de Jamaica, cuando la tierra era poder. El hecho de poseer tierras o no, es lo que ha dado lugar a esta gran diferencia de clases, ya que la propiedad y sus ingresos resultantes perturban el sentido de una jerarquía natural en una sociedad de plantación. Pero no hay duda que lo que nunca conseguirán es ser dueños de la música, ya que el Reggae ha tenido un alcance mundial sin mucho apoyo estatal o una inversión privada de la clase alta.
La relación de la música popular jamaicana con la marihuana es que esta defiende que la ganja es la propiedad intelectual, el don de la creación… es algo que pertenece a los campesinos. Desde siempre, Jamaica ha tenido a la marihuana como una marca propia, no sólo en canciones (que podríamos estar escuchando durante días sin repetir alguna), sino también a través de representantes como Bob Marley, el ya mencionado Peter Tosh o Tony Rebel.
En resumen, la producción de ganja seguirá siendo controlada para canalizar los ingresos y el poder de quienes llevan muchos años beneficiándose de esta sociedad colonial. Sin embargo, la música no conseguirá el mismo apoyo porque para las élites del país, esta consigue hacer potencialmente ricos a esas otras personas más oscuras de piel y con menos estudios.