Sin duda, los discos de vinilo han sido un elemento clave para la difusión de la cultura musical jamaicana desde sus orígenes.
Por ello, este formato tiene un valor testimonial incalculable para quienes estudiamos la evolución melódica de nuestra amada isla.
Un superviviente de la invasión digital
Hoy en día, la mayoría de las personas que se dedican a seleccionar música, independientemente del género, se centran en un enfoque muy digital. Tras la llegada del CD, el MP3 y más tarde plataformas como Spotify o Youtube; los discos de vinilo pasaron a ser vistos como un artículo de coleccionista. Es sabido que el mundo digital nos ha ofrecido mejores posibilidades de almacenamiento y transporte que el vinilo o el resto de propuestas analógicas.
El caso es que no hay que olvidar que todavía hay muchas personas que mantienen viva la tradición del vinilo, el formato analógico por excelencia. Asimismo, como ya hemos hablado alguna vez, la cifra de ventas de vinilos ha ido en continuo ascenso durante los últimos años, lo que de alguna forma nos indica que estamos ante una especie de ‘vinyl revival’. De hecho, cada vez es más frecuente el encontrarse con selectores que han recurrido al formato de vinilo, después de haber pasado por una época donde era muy difícil ver los giradiscos en acción.
¿Qué hay en cuanto al sonido del vinilo?
Es una gran verdad que si amas la música jamaicana de los 60, 70 o 80, los registros de esos vinilos nos acercan un poco más al sonido original que el de otros formatos posteriores. Sólo hay que pensar que, por entonces, todo el proceso de grabación estaba orientado a su posterior planchado en vinilo. Por esa razón, el hacer extensible la afirmación que el vinilo siempre es la mejor opción se presenta como algo muy alocado, ya que muy a menudo esta sensación tan subjetiva está más influenciada por la psicoacústica que por la realidad sonora.
Como ya hemos comentado en alguna ocasión, para hacer correctamente las comparaciones de calidad, también habría que tener muy en cuenta una serie de cuestiones técnicas a la hora de la reproducción. Nos referimos al estado de los surcos y la propia aguja, el cableado, etc. No obstante, la pasión y el sentimentalismo que cualquier individuo adhiere al sonido de sus discos de vinilo no existe en ninguna otra forma de difusión musical.
La ceremonia de escucha
En realidad, este formato guarda cierta melancolía. Por ejemplo, la experiencia táctil que aporta un disco de vinilo es algo así como lo que la Asociación Sociocultural Dothereggae ha defendido con nuestra revista impresa. Es algo casi romántico. Son cosas que no debemos perder ante la rápida expansión de las pantallas y lo digital. Obviamente, tampoco hay que ser extremista y decir que si es digital no es real. Pero si es verdad que los discos nos aportan algo más tangible y, evidentemente, eso nos ayuda a estimular los sentidos de otra forma.
En verdad, la magia que rodea a la ceremonia de escucha tiene un significado difícil de explicar. Hablamos del ambiente que se crea cuando sacas el vinilo de su funda, lo colocas en el ‘tocadiscos’, pones la aguja y comienzas a escuchar la música. Eso es una gran diferencia, a la que se suma el respeto que muestra el escuchar las canciones de principio a fin.