Ir a un evento de reggae siempre nos despierta una ilusión especial. Se trata de momentos que prometen ser únicos, en los que buscamos conectar con esa energía tan característica que solo la música de raíces jamaicanas sabe transmitir.

El presente del reggae
Desde hace ya un tiempo, hay una percepción creciente entre las personas que asistimos frecuentemente a los distintos eventos: las sesiones suenan demasiado parecidas. En la mayoría de los sets actuales dominan los nombres de siempre. Pero el problema no es solo la elección de esos artistas conocidos, es que se recurre casi exclusivamente a sus grandes himnos del pasado, obviando su evolución artística y sus producciones más recientes.
No se trata de ignorar los clásicos —que son fundamentales—, sino de no cerrar las puertas a lo que hoy se está gestando en Jamaica y en otras escenas activas del reggae global. Esta falta de exploración refleja una desconexión preocupante con el pulso actual de la cultura reggae, que sigue siendo vibrante, diversa y en constante transformación.
El bucle de la selección reciclada
Cuando se repiten las mismas voces, las mismas canciones, los mismos riddims una y otra vez, la sesión deja de ser una propuesta artística y se convierte en una fórmula. Ese déjà vu constante genera hartazgo, no emoción. De hecho, muchas personas que solían frecuentar estos bailes, decepcionadas, optan por dejar de acudir a ciertos eventos, sintiendo que ya lo han vivido todo antes.
Las selecciones deberían generar situaciones únicas e irrepetibles. Ahí reside la autenticidad del selektah: en sorprender, en arriesgar, en crear un relato sonoro que solo puede suceder en ese lugar y momento. Pero hoy en día, muchas sesiones acaban siendo una colección de éxitos demasiado previsible, una experiencia plana que ignora la diversidad de la música jamaicana en todas sus formas: roots, dub, ska, dancehall, rub-a-dub, rocksteady…
¿Qué está pasando en la pista?
Con el paso de los años, el público es cada vez más exigente y maduro. Por ese motivo, se buscan propuestas frescas, nuevos artistas, sonidos distintos. Y lo que se percibe, en muchos casos, es una falta de preparación y de intención creativa por parte de quienes están al mando de la sesión.
De todos modos, un selektah no debe limitarse a lanzar canciones: tiene que saber leer lo que ocurre para poder construir una respuesta acertada en tiempo real. ¿Qué tipo de energía necesita la pista? ¿Qué dirección puede tomar la sesión? La magia nace tras interpretar correctamente los patrones de comportamiento colectivo.
Una buena sesión de Reggae
Además de hacernos bailar, una buena sesión de reggae también despierta ideas, emociones y crea memorias compartidas. Cuando el selektah asume esa responsabilidad, la pista de baile se convierte en un espacio de conexión real, de aprendizaje y de celebración de una identidad cultural que trasciende fronteras.
El reggae siempre ha sido una herramienta de conciencia, resistencia y comunidad. Limitarlo a un puñado de hits es como aniquilar su poder transformador.
Es hora de cambiar el guion
La repetición sistemática no es una obligación; en realidad, es una elección. Y como tal, puede revertirse. Una sesión con una narrativa sonora honesta, y a su vez, conectada con el presente puede revitalizar por completo la experiencia del público. Porque el reggae, como cultura viva, no necesita ser una postal del pasado, sino un espejo del aquí y ahora.
Como sabéis, la cultura musical jamaicana siempre ha estado en movimiento. Por eso, la figura del selektah debería regresar a su esencia: emocionar, educar, renovar y hacer vibrar a la audiencia con un propósito. Es hora de investigar y reproducir más allá de los playlist de siempre.
Sin más, y para que sirva de ejemplo, os dejamos con una mixtape de Mas Jahma que subimos hace un año a nuestro canal de YouTube: una mix que ha superado las 500.000 reproducciones. Y ojo, que dentro de poco se viene material fresco… stay tuned!










